viernes, 24 de abril de 2009

"Preferiría no hacerlo"



-Parece que usted también ha adoptado la palabra -dije, ligeramente excitado.
-Con todo respeto. ¿Qué palabra, señor? -preguntó Turkey, apretándose respetuosamente en el estrecho espacio detrás del biombo y obligándome, al hacerlo, a empujar al amanuense.
-¿Qué palabra, señor?
-Preferiría quedarme aquí solo -dijo Bartleby, como si lo ofendiera el verse atropellado en su retiro.
-Esa es la palabra, Turkey, ésa es.
-¡Ah!, ¿preferir?, ah, sí, curiosa palabra. Yo nunca la uso. Pero señor, como iba diciendo, si prefiriera...
-Turkey -interrumpí-, retírese, por favor.
-Ciertamente, señor, si usted lo prefiere.
Al abrir la puerta vidriera para retirarse, Nippers desde su escritorio me echó una mirada y me preguntó si yo prefería papel blanco o papel azul para copiar cierto documento. No acentuó maliciosamente la palabra preferir. Se veía que había sido dicha involuntariamente. Reflexioné que era mi deber deshacerme de un demente, que ya, en cierto modo, había influido en mi lengua y quizá en mi cabeza y en las de mis dependientes.



Herman Melville
-Bartleby, el escribiente



Bartleby, peculiar personaje de la novela de Melville, “preferiría no hacerlo”, todo el tiempo. Con su singular y repetitiva frase (a saber, “preferiría no hacerlo”) contagia a sus vecinos de su palabra.

¿Quién era este personaje medio extraño, medio Tim-Burtoniano, Bartleby? Ningún personaje lo sabía. Sin embargo nuestra vida está llena de Bartlebys y muchas veces somos el Bartleby de la gente que nos rodea. ¿Qué no?

Ése se parece mucho al Bartleby de mi imaginación



¿Alguna vez se te “pegó” el acento relajado de tu amigo buena onda? ¿La “sh” de tu prima Shihuahuense? ¿Adoptaste el elegantísimo “chale”? ¿Te contagiaron el “pues” costeño? Lo mismo sucede viceversa; la gente con la que pasamos más tiempo adopta expresiones nuestras, algunas consciente y otras inconscientemente.

Hoy platicando con una amiga de la universidad, me di cuenta que había adoptado una palabra que usa una maestra nuestra y que yo también la había incluido en mi lista de palabras de uso frecuente y recordé a Bartleby. Revisando un trabajo para entregar, observé palabras de los autores que he leído últimamente y hasta tintes de sus estilos. ¿Es malo? No, mientras te guste y sea una adquisición parcial (oséase no un plagio entero de identidad) y aún conserves tu personalidad.

Yo diría que es curioso pues no necesariamente son de esas palabritas que usan los adultos con maestrías/doctorados/IQ de 194 que leen Letras Libres y beben cognac, sino que no son parte de nuestro vocabulario consuetudinario. O sea, es “chido” el sincretismo porque cada persona es un mundo y vamos dejando huella en cierto modo en los “mundos” periféricos y a su vez tenemos souvenirs de éstos. Y tú y yo somos uno mismo uh-oh-oh.

3 comentarios:

Buendía dijo...

CIEEEEERTO!!!!!

Falso Profeta x dijo...

"aaaaala", "asu", "chanfle", "tioooh" o "váyamos", como tú dices

La tipilla esa sangrona que me cae mal dijo...

Como tú comprenderás.