No recuerdo nada. Es preciso que no me lo exijas. Me es imposible recordar. Es necesario que no me atormentes con esa posibilidad, con la probabilidad de esa mentira que hemos forjado juntos ante aquel espejo enorme que nos reflejaba entre sus manchas y grietas. Es necesario que no me atormentes con esa posibilidad de la memoria. Sólo se ha grabado en mi mente una imagen, pero una imagen que no es un recuerdo. Soy capaz de imaginarme a mí misma convertida en algo que no soy, pero no en algo que he sido; soy, tal vez, el recuerdo remotísimo de mí misma en la memoria de otra que yo he imaginado ser. Es por ello que yo no puedo recordar. Sólo puedo escucharte, oír tu evocación como si se tratara de la descripción de algo que no tiene nada que ver conmigo. Es preciso, lo sé, que yo te crea cuando me hablas de todo lo que hemos hecho juntos. Estoy dispuesta a creerte, pero no puedo recordarlo porque para ti yo no soy yo. Soy otra que alguien ha imaginado. Soy, quizá, la última imagen en la mente de un moribundo. Soy la materialización de algo que está a punto de desvanecerse; un recuerdo a punto de ser olvidado...
(fragmento de Salvador Elizondo, Farabeuf)
Pero la musa debe olvidar para poder recordar. Si la musa soy yo pero no puedo recordar ¿qué pasa con mi oficio? Cuando me escribo, existo. Pero si no me puedo recordar... Si soy un recuerdo a punto de ser olvidado, soy la musa del olvido. Ya no existo.
2 comentarios:
O peor aún: "Pero, ¿cómo buscar donde es preciso cuando aún se ignora incluso lo que se busca? Y es lo que ocurre siempre cuando se compone [se escribe] y cuando se crea. Por suerte, al extraviarse de esta manera, se hace más de un descubrimiento, se tienen encuentros afortunados". Joubert dixit, y yo le creo. Verá usted cómo, en su escritura, comienza a extraviarse.
los espejos siempre son peligrosos, no?
auin así me gustan, siempre es bueno mirarse al espejo, aun más si parpadea.
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